XI. Clubes y Sociedades
El sindicato ofrecía una amplísima variedad de las que uno se podía hacer miembro por un muy módico precio. El único fin de estas sociedades era fomentar los hobbies e intereses que uno pudiera tener, ayudando a entablar relaciones sociales a la vez que te daba algo que poner en el currículum. El fin de las sociedades era poner en contacto a personas de gustos parecidos, organizando “sociales” (léase, quedar en el bar) o actividades relacionadas con el nombre de la sociedad relevante. La lista de clubes y sociedades era interminable y cada año crecía un poco más y entre ellas estaban, por ejemplo, la sociedad de Los Simpsons, cuya principal actividad era reunirse a ver los Simpsons junto a unas cervezas, la sociedad de la cerveza (no hace falta dar explicaciones), o la sociedad de los juegos de mesa (esencialmente, reuniones para jugar al monopoly). A continuación estaban las sociedades de carácter académico, la más popular la de Derecho, no por la cantidad de estudiantes de Derecho, sino porque organizaba una de las mayores fiestas del año y había que ser miembro para poder asistir.
Las sociedades eran de lo más variopinto. Por un lado estaban los de los juegos de rol en vivo. Allí que venía yo de clase, tarde, muerto de frío, y, de repente, al doblar la esquina, me encuentro a dos individuos vestidos de bárbaros de la estepa arreándose en la cabeza con espadas de plástico. Pero ellos se lo pasaban bien. Por otro lado estaba la sociedad de los supervivientes. Esto era un poco duro, era la sociedad de los que habían sido objeto de violación, y el dato es que para que cada sociedad pudiese sobrevivir, tenía que tener un mínimo de treinta miembros. No digo que todos los miembros hubiesen sido objeto de una violación, pero aún así, el hecho de que hubiese al menos treinta personas cuya idea de “social” era sentarse en un bar o salón los martes por la tarde y contarse sus experiencias me parecía una aberración. Yo pensaba que estas cosas se trataban de otra manera y en otro ambiente, pero a lo mejor me equivoco.
Otro aspecto crucial de las sociedades y clubes eran los “pub crawl”, “crawl” como en el estilo de natación. Más o menos esto podría traducirse como “nadar por los bares”, lo cual es más o menos acertado dada la cantidad de líquido envuelta en el proceso. Aunque quizá, la acepción más adecuada del término “crawl” sea la de arrastrarse, dándonos a entender una más explícita y precisa idea de lo que un “pub crawl” acababa convirtiéndose: “arrastrarse por los bares”. No creo que haga mucha falta explicar de lo que se trataban los “arrastrarse por los bares”, pero, para que no queden dudas, diré algo. El fin último y único de estos eventos era acabar, como su propio nombre indica, arrastrándose por los bares. La cosa empezaba en el bar del campus de Westwood, para luego proseguir en el bar del Arts Centre, el del edificio de Rootes, y los cuatro bares del sindicato. Tirando por lo bajo, si calculamos una pinta por cada bar, estamos hablando de tres litros de cerveza entre las ocho de la tarde y las doce de la noche, es decir, medio litro cada tres cuartos de hora, de ahí lo de arrastrarse por los bares. Otra de las variantes de estos “pub crawls” era la de empezar en Coventry y acabar en la universidad y, he de decir, había algo más de seis pubs entre Coventry y Warwick.
El final de un “pub crawl” se caracterizaba por dos hechos contrastados. Uno, que uno acababa arrastrándose y segundo, que ya no se bebía (traducido, drinking), sino que se cuafaba (sin traducción, pero en inglés quaffing). Es esta habilidad de la lengua inglesa para captar sutilezas y diferenciar pequeños detalles la que han convertido al inglés en el idioma de moda en el mundo. Nada que ver con los negocios o el difunto Imperio. En español, beber es beber, y punto. En inglés, beber es “drink”, pero beber en ese contexto en el que la bebida pasa de A (el vaso) a B (la boca) sin pasar por C (la barbilla), D (la cara) o E (el suelo). El término quaffing se emplea para describir la acción de beber en la que la cerveza va de A a B si con suerte queda algo tras su paso por C, D y E. De tal modo, los “pub crawls” empezaban con un alto grado de “drinking” social y culminaban con un degrado de “quaffing” en ocasiones antisocial.
El término clubes se reservaba exclusivamente para los equipos de los diversos deportes que representaban a la universidad en los diversos campeonatos interuniversitarios. Los sociales del equipo de rugby eran temidos a lo largo del campus. Entre otras cosas, porque un mostrenco de cien kilos cuafando se convierte en un tipo bastante peligroso. Recuerdo una noche en un top banana, que invariablemente, tenía que ser en Enero, que al club de rugby se le ocurrió organizar un social vestidos todos simplemente con un pañal. Entre ellos identifiqué a un compañero de clase, así que jovial, dispuesto a palmearle la espalda y soltar algún chascarrillo fruto de mi incontenible ingenio, me acerqué a saludarle. Sin embargo, antes de poder abrir la boca, me di cuenta de que palmearle la espalda a un animal con más músculos que un culturista con sobredosis de esteroides, con los ojos vueltos después de haber estado cuafando largo y tendido, que me miraba intentando discernir si estrangularme o golpearme repetidamente las costillas si osaba siquiera rozarle no había sido la mejor de las ideas que había tenido esa noche. Rápidamente, antes de darle ocasión, le hice un levísimo ademán con la mano para evitar cualquier malentendido y me di la vuelta por donde vine.
Las sociedades eran de lo más variopinto. Por un lado estaban los de los juegos de rol en vivo. Allí que venía yo de clase, tarde, muerto de frío, y, de repente, al doblar la esquina, me encuentro a dos individuos vestidos de bárbaros de la estepa arreándose en la cabeza con espadas de plástico. Pero ellos se lo pasaban bien. Por otro lado estaba la sociedad de los supervivientes. Esto era un poco duro, era la sociedad de los que habían sido objeto de violación, y el dato es que para que cada sociedad pudiese sobrevivir, tenía que tener un mínimo de treinta miembros. No digo que todos los miembros hubiesen sido objeto de una violación, pero aún así, el hecho de que hubiese al menos treinta personas cuya idea de “social” era sentarse en un bar o salón los martes por la tarde y contarse sus experiencias me parecía una aberración. Yo pensaba que estas cosas se trataban de otra manera y en otro ambiente, pero a lo mejor me equivoco.
Otro aspecto crucial de las sociedades y clubes eran los “pub crawl”, “crawl” como en el estilo de natación. Más o menos esto podría traducirse como “nadar por los bares”, lo cual es más o menos acertado dada la cantidad de líquido envuelta en el proceso. Aunque quizá, la acepción más adecuada del término “crawl” sea la de arrastrarse, dándonos a entender una más explícita y precisa idea de lo que un “pub crawl” acababa convirtiéndose: “arrastrarse por los bares”. No creo que haga mucha falta explicar de lo que se trataban los “arrastrarse por los bares”, pero, para que no queden dudas, diré algo. El fin último y único de estos eventos era acabar, como su propio nombre indica, arrastrándose por los bares. La cosa empezaba en el bar del campus de Westwood, para luego proseguir en el bar del Arts Centre, el del edificio de Rootes, y los cuatro bares del sindicato. Tirando por lo bajo, si calculamos una pinta por cada bar, estamos hablando de tres litros de cerveza entre las ocho de la tarde y las doce de la noche, es decir, medio litro cada tres cuartos de hora, de ahí lo de arrastrarse por los bares. Otra de las variantes de estos “pub crawls” era la de empezar en Coventry y acabar en la universidad y, he de decir, había algo más de seis pubs entre Coventry y Warwick.
El final de un “pub crawl” se caracterizaba por dos hechos contrastados. Uno, que uno acababa arrastrándose y segundo, que ya no se bebía (traducido, drinking), sino que se cuafaba (sin traducción, pero en inglés quaffing). Es esta habilidad de la lengua inglesa para captar sutilezas y diferenciar pequeños detalles la que han convertido al inglés en el idioma de moda en el mundo. Nada que ver con los negocios o el difunto Imperio. En español, beber es beber, y punto. En inglés, beber es “drink”, pero beber en ese contexto en el que la bebida pasa de A (el vaso) a B (la boca) sin pasar por C (la barbilla), D (la cara) o E (el suelo). El término quaffing se emplea para describir la acción de beber en la que la cerveza va de A a B si con suerte queda algo tras su paso por C, D y E. De tal modo, los “pub crawls” empezaban con un alto grado de “drinking” social y culminaban con un degrado de “quaffing” en ocasiones antisocial.
El término clubes se reservaba exclusivamente para los equipos de los diversos deportes que representaban a la universidad en los diversos campeonatos interuniversitarios. Los sociales del equipo de rugby eran temidos a lo largo del campus. Entre otras cosas, porque un mostrenco de cien kilos cuafando se convierte en un tipo bastante peligroso. Recuerdo una noche en un top banana, que invariablemente, tenía que ser en Enero, que al club de rugby se le ocurrió organizar un social vestidos todos simplemente con un pañal. Entre ellos identifiqué a un compañero de clase, así que jovial, dispuesto a palmearle la espalda y soltar algún chascarrillo fruto de mi incontenible ingenio, me acerqué a saludarle. Sin embargo, antes de poder abrir la boca, me di cuenta de que palmearle la espalda a un animal con más músculos que un culturista con sobredosis de esteroides, con los ojos vueltos después de haber estado cuafando largo y tendido, que me miraba intentando discernir si estrangularme o golpearme repetidamente las costillas si osaba siquiera rozarle no había sido la mejor de las ideas que había tenido esa noche. Rápidamente, antes de darle ocasión, le hice un levísimo ademán con la mano para evitar cualquier malentendido y me di la vuelta por donde vine.

