Batallitas

Mis experiencias como estudiante extranjero en la Universidad de Warwick

He aquí algunos ejemplos de las búsquedas que han conducido a mi blog:

Decadencia de la antigua roma de la cocina dios (¿comorrr?)
Maquinas para moler cascotes (con los cuernos hombre...)
Posters de la segunda guerra mundial (el unico tipo interesante)
Granada pub ambiente lesbianas O.O
John Travolta en sandalias (¡Fetichista!)

miércoles, enero 26, 2005

I. Introducción

Mi primer contacto con Inglaterra tuvo lugar en 1993 cuando, en un viaje familiar en el mes de Agosto, pasamos unos días visitando Londres, Oxford, donde vivían unos amigos de mi padre, Stratford Upon Avon, lugar de nacimiento de Shakespeare y cierto pueblecito cercano llamado Warwick.

Recuerdo los días en Londres con cierto afecto. En seguida me pareció un país muy raro. Tampoco es que hubiese viajado mucho yo por el mundo con 13 años, la verdad. Tan solo había estado en Francia el año anterior, tres días en Eurodisney y otros tres en París, a raíz de los cuales le tomé cierta animadversión a todo lo francófono.
Pero, a fin de cuentas, a mi Francia me pareció un país parecido a España, salvo por el hecho de que se cenaba muy temprano, o al menos eso a mi me parecía.
Por el otro lado, Inglaterra me pareció un país extraño y excitante. He aquí un país en el que no se podía comprar alcohol a determinadas horas del día. He aquí un país en el que me estaba prohibido acompañar a mis padres mientras se tomaban una cerveza en un bar. He aquí un país en el que los bares cerraban incompresiblemente temprano, donde los camareros daban la oportunidad a sus clientes de pedir una última ronda de cerveza tocando una campana.
Los autobuses tenían dos plantas, todos los supermercados parecían estar regentados por hindúes y los taxis eran todos de color negro y tenían una forma muy rara. Por las calles se apreciaba una gran mezcolanza de culturas y colores, suficiente para ser apreciado por un niño del sur de España.
En Oxford estuvimos en varias casas, una que nos alquilaron y otra que nos prestaron. La primera casa nos la alquiló una amiga de los amigos de mis padres que vivían en Oxford. Recuerdo que estaba divorciada, tenía una niña rubia y otro hijo más mayor y que tenía un novio con aspecto de hippy. También recuerdo que le faltaba una de las paletas superiores, que reapareció después de unos días de estar allí nosotros, y cómo nos la enseñaba con la ilusión de quien se compra su primer traje.
Pues resulta que la casa se la tenía alquilada a un seminarista, a nosotros nos la realquiló sin decírselo al seminarista, y todo fue muy bien hasta que dicho seminarista apareció una noche totalmente por sorpresa ,y cuál fue su sorpresa al verme a mí durmiendo en su cama a pata suelta. En resumen, que el seminarista era seminarista pero conocía sus derechos como inquilino y al día siguiente nos vimos de patitas en la calle sin tener donde dormir. Y por uno de esos que la gente llama azares del destino, o crueles bromas, mis padres decidieron que sería interesante aventurarse un poco más en la Inglaterra profunda y alquilaron una habitación en una granja-bed and breakfast en Stratford Upon Avon, condado de Warwickshire.
Uno de los días que estábamos por la zona de Stratford, fuimos a visitar el castillo de Warwick, uno de los castillos mejores conservados de Inglaterra, para mi mayor delicia. Por aquel entonces, yo me encontraba inmerso en los mundos de fantasía de Tolkien y El Señor de los Anillos. El viaje ya había sido para mi un completo éxito al conseguir convencer al dueño de un pub llamando Eagle and Child en Oxford de que me dejase entrar a ver un placa en su interior conmemorando que en dicho pub se reunían mi alabado Tolkien y Lewis Carroll a vaciar unas pintas después de sus clases en la Universidad. Para mayor satisfacción personal, en el autobús de Oxford a Stratford, pasamos por una pueblecito llamado Wooton, de donde, a mi se me antojó no podía ser de otra manera, Tolkien obtuvo su inspiración para escribir El Herrero de Wooton Mayor. Por tanto, la visita a Warwick me pareció la mejor idea que mis padres tuvieron en todo el viaje.
Y fue allí, en lo alto de la torre del castillo, con un viento frío que nos empujaba contra los muros de piedra donde mi madre, en palabras que resultaron ser proféticas, me preguntó: “¿Y no te gustaría venir a estudiar aquí cuando seas mayor?”.

* * *

Y como si de una cinta de vídeo se tratase, si rápidamente rebobinásemos hacia delante los siguientes cinco años de mi vida, allí me encontraba yo, el 3 de Octubre de 1998 desempaquetando mis maletas dispuesto a pasar los siguientes tres años de mi vida, que al final fueron cuatro, en la Universidad de Warwick.